Sepulcro policromado
Gótico
Siglo XIV.
Ubicación original: (desconocida)
Nave norte de la iglesia (actual)
En la actualidad, el monasterio apenas conserva una pequeña parte de los muchos sepulcros que debió albergar en su época de esplendor. Durante siglos, sus muros custodiaron las tumbas de abades, nobles y benefactores, reflejo de la profunda vinculación entre el poder religioso y las familias señoriales de la comarca. Sin embargo, el progresivo abandono del edificio a partir de la Edad Moderna y su posterior ruina provocaron un grave expolio patrimonial. Existen incluso relatos que narran cómo algunas tapas de sepulcro fueron arrancadas de sus lugares originales y arrojadas al cercano río Pisuerga, símbolo de la pérdida de memoria y del desarraigo sufrido por la antigua comunidad monástica.
La abadía fue lugar de enterramiento de influyentes linajes castellanos como los Villalobos, Castañeda, Lara o Duque, quienes pugnaron por situar sus sepulturas en los espacios más destacados del monasterio —capillas laterales, transepto o inmediaciones del altar mayor—, lugares reservados a quienes gozaban de mayor prestigio o contribuyeron con generosas donaciones a la institución.
Entre los escasos sepulcros que aún podemos admirar, destaca uno de especial interés por la riqueza de su decoración y por el misterio que rodea a su propietario. Se trata de un enterramiento fechado en el siglo XIV, tallado en piedra caliza y que conserva restos de la antigua policromía que antaño cubría tanto la tapa como la caja. Su labra, de notable calidad, sugiere la intervención de un taller experimentado, posiblemente vinculado a la órbita artística de Aguilar de Campoo, centro activo durante la Baja Edad Media.
El sepulcro presenta dos inscripciones que aportan valiosa información. En la primera, situada en la parte superior de la tapa, se puede leer: “AQUI IAZE DON PEDRO...EI...DE”, lo que permite identificar parcialmente al difunto como un personaje eclesiástico de alto rango —quizá un abad o un obispo—, pues junto a la inscripción se representa un báculo, emblema de autoridad espiritual. La segunda inscripción, grabada en uno de los laterales de la caja, nos revela el nombre del artífice: “IOAN ALFONSO DE MUDA CANTERO ME FIZO”.
La decoración de la tapa del sepulcro es especialmente rica. En los laterales se distribuyen numerosos escudos y motivos heráldicos —águilas, flores de lis, cruces y calderos— que podrían aludir al linaje del difunto, todavía no identificado. En la caja se aprecia el escudo de los Duque, lo que podría ofrecer una pista sobre su posible pertenencia familiar. No obstante, la falta de este emblema en la tapa impide asegurar que ambas piezas —caja y cubierta— correspondan originalmente al mismo sepulcro, aunque su disposición y estilo parecen sugerirlo.








