Ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar
Madera de haya
Escuela Taller Santa María la Real (1980 – 90)
Construcción original de finales del siglo XII y principios del XIII
Ruta por el románico del río Pisuerga y el embalse de Aguilar de Campoo
“Vallespinoso es así. Una fuente hace brotar el arbolado, una roca sirve de pedestal a su iglesia, una iglesia que cuesta desde lejos saber si es torre o castillo o si es un natural milagro de las peñas. La ermita de Santa Cecilia es uno de los mayores aciertos de arte, paisaje y poesía.”
Así describía el profesor cántabro Miguel Ángel García Guinea este rincón de la Montaña Palentina, que representa la maqueta que tenemos delante de nosotros. Tenía razón. Aquí, el tiempo parece haberse detenido. El edificio mantiene casi intacta su imagen medieval, pues, debido a la construcción de una nueva iglesia en la localidad, dejó de tener un uso continuado ya en el siglo XV. De este modo, se evitó el desarrollo de las reformas habituales que adaptaban los templos a las necesidades de la comunidad. Además, nos encontramos ante uno de los mejores ejemplos de unión entre patrimonio cultural y natural, gracias a la fusión entre roca natural y arquitectura.
Fue construida en el siglo XII y declarada Monumento Histórico-Artístico en 1951. Mantiene la arquetípica imagen del románico rural o de concejo —como la denominaba García Guinea—, con una cabecera formada por ábside semicircular y presbiterio recto. Fue restaurada en 1958, tras hallarse en estado ruinoso, y aunque hoy no se utiliza para el culto, conserva todo su atractivo como destino patrimonial y turístico.
A primera vista, destaca el husillo circular adosado al edificio, hoy sin función, pero que parece sugerir que, en la planificación original, estaba prevista la construcción de una torre en el crucero, a la manera de templos como San Pedro de Tejada (Burgos).
Si nos dirigimos hacia la entrada, hallamos una excepcional portada compuesta por un arco apuntado rodeado por seis arquivoltas decoradas con motivos geométricos y vegetales. Estas descansan sobre columnas rematadas por capiteles cuya decoración se extiende a unos interesantes frisos. En ellos se representan escenas que, de izquierda a derecha, muestran la lucha de un caballero contra un dragón, centauros, grifos, el ciclo de la vida del avaro —pecado, muerte y juicio del alma—, las Tres Marías ante el sepulcro vacío de Cristo, motivos vegetales, arpías y un fragmentario mensario que representa los meses del año a través de los trabajos cotidianos.
Te invitamos a que te adentres en el interior del edificio, donde sentirás una intensa sensación de altura que se va reduciendo según te acercas al ábside. Los capiteles del arco triunfal están decorados con grifos afrontados y con la escena de Sansón desquijarando al león. En el presbiterio destaca la arquería trilobulada ciega, donde tus ojos se detendrán en uno de los motivos más fotografiados del templo: un excepcional capitel doble con hojas de acanto helicoidales, los llamados “molinillos andresinos”.
En definitiva, esta ermita es una de las mejores muestras del románico rural palentino, por su ubicación estratégica y su espléndida decoración escultórica, vinculada a un taller local con conocimiento de los trabajos de los monasterios de Santa María la Real y San Andrés de Arroyo, muy próximos al estilo del cantero Juan de Piasca en Rebolledo de la Torre.













