El norte de Palencia, que coincide con los antiguos territorios medievales de las merindades de Pernía y de Aguilar de Campoo —cuya jurisdicción abarcaba también zonas del sur de Cantabria y del noroeste de Burgos—, conserva una de las mayores concentraciones de arte románico de Europa. Aquí, este estilo artístico destaca por tres aspectos. En primer lugar, por el número. Alberga una concentración cercana a los 200 testimonios y, prácticamente, cada población conserva una pequeña iglesia de origen medieval. En segundo lugar, su vinculación con la naturaleza. Templos situados en bellísimos emplazamientos naturales que conforman una estampa idílica. Sin embargo, podemos considerar la tercera característica como diferencial de nuestro territorio, reflejada en la grandísima calidad artística de gran parte de esos sencillos edificios situados en pequeñas localidades. En ese aspecto sí que somos privilegiados y diferentes a otros territorios.
Fue un cúmulo de peculiaridades las que fundamentaron este esplendor artístico desarrollado en los albores del año 1200. La existencia de unas excelentes canteras, una época de bonanza económica o la necesidad de renovar las iglesias son algunas de ellas. Sin embargo, aún más relevante para el impulso del arte tardorrománico rural fue la llegada de unos excepcionales talleres escultóricos a los grandes centros monásticos de Santa María la Real de Aguilar de Campoo y San Andrés de Arroyo. No era extraño que importantes maestros empezasen a trabajar en edificaciones asociadas a las poderosas familias de la época como los Lara o los Osorio. Vinculados a esas construcciones andresinas y aguilarenses se formaron, a finales del siglo XII, un equipo de canteros probablemente locales, como parece reflejar la inscripción conservada en la iglesia de los santos Julián y Basilisa de Rebolledo de la Torre que menciona como Juan de Piasca, cuyo apellido lo relaciona a una población de la comarca cántabra de Liébana, hizo el pórtico del templo en el año de 1186. Este escultor y otros, como el maestro Miguel de Revilla de Santullán, empezaron a realizar excepcionales creaciones escultóricas en pequeñas iglesias rurales.
Supone todo un reto para el amante del románico organizar una visita a este vasto e inabarcable patrimonio. Con esta exposición de maquetas, vinculada al proyecto Bosque Románico, hemos querido cumplir dos objetivos. En primer lugar, aportar nuestro granito de arena para facilitar al aficionado la planificación de su recorrido a través de tres rutas temáticas. La primera se centra en los templos que se alzan en torno al valle de Santullán y en los paisajes de montaña del norte de Palencia, donde la unión entre patrimonio cultural y naturaleza alcanza su plenitud. La segunda reúne los edificios que se distribuyen en las cercanías del embalse de Aguilar de Campoo y a lo largo de la cuenca del río Pisuerga. La tercera ruta recorre la comarca de La Ojeda, territorio de transición entre la montaña y la llanura palentina, donde las iglesias se levantan entre campos de cereal y escarpadas cumbres que se alzan como un majestuoso telón de fondo.
El segundo de los objetivos de esta muestra es poner en valor la importancia artística de las propias maquetas, realizadas entre los años ochenta y noventa por la Escuela Taller que nació en este mismo monasterio de Santa María la Real. Decenas de jóvenes, liderados por expertos artesanos, mostraron una increíble destreza en el manejo de macetas, gubias o formones tallando -fundamentalmente en madera de haya- pequeñas piezas que culminaron, como si fuesen maestros medievales, en estas maquetas que tienes ante tus ojos. Más allá de su belleza, constituyen valiosos testimonios históricos de una época en la que el arte románico recuperaba su reconocimiento y admiración. Te invitamos a recorrer la exposición y, después, a visitar los templos originales a los que dan forma; quizá te sorprendas al descubrir que algunas de esas iglesias, como organismos vivos que evolucionan con el tiempo, ya no conservan la misma imagen que aquí se representa.








