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Introducción histórica del monasterio de Santa María la Real

Origen románico con ampliaciones posteriores

X – S.XIX

Ubicación:

Recepción Monasterio de Santa María la Real

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El origen de nuestra abadía está envuelto en una leyenda que nos traslada al año 822.

Al principio sólo hay un caballero de nombre Alpidio que persigue una huidiza presa. Rastreando en la espesura del monte, se encuentra con una iglesia abandonada, que sirve de guarida a la fiera. Alpidio encuentra un segundo templo lleno de reliquias y decide ir en busca de su hermano Opila, abad de un monasterio a orillas del Ebro, para que sea él quien tome la decisión de qué hacer con sus hallazgos. Opila enseguida se percata de la riqueza del lugar, pues una roca sirve de abrigo y en él abunda el agua, y decide la construcción de un monasterio.

Dejando atrás la leyenda, la fecha más importante del monasterio es el año de 1169 cuando el rey Alfonso VIII entrega, el entonces cenobio de Santa María de Aguilar, a la orden premostratense. Comienza la edad dorada, sus abundantes posesiones, así como las cuantiosas rentas, permiten la ejecución de una importante producción artística y la gestación del monasterio románico. Tras una época de esplendor, llega otra de penuria en el siglo XIV, con la Peste Negra y las guerras de Pedro I contra su hermanastro Enrique de Trastámara.

Después de siglos de cambios internos, privilegios y afán constructivo, comienza el declive. El monasterio será víctima de la Desamortización de Mendizábal; el 11 de octubre de 1835 desaparece como institución eclesiástica, produciéndose el abandono.

A lo largo del siglo XIX nada se hizo para frenar su avanzada ruina. Todo lo contrario, ya que a finales de siglo se arrancan la mayoría de los capiteles del claustro y de la iglesia con destino al Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Si bien hubo un intento de restauración a mediados de los años 60, que pretendía eliminar del edificio todos los añadidos posmedievales y consolidar las partes más dañadas, no fue hasta finales de los 70 cuando se produjo el renacer del llamado “Convento Caído”. La restauración parte de José María Pérez “Peridis” quién, junto a amigos y vecinos de Aguilar, crea la “Asociación Amigos del Monasterio” cuyo objetivo era rehabilitar el monasterio, no sólo para impedir su desaparición sino para recuperarlo y darle una nueva funcionalidad que permitiera su mantenimiento.

Es así como a mediados de los años 80, antes de terminar la campaña de restauración, éste comienza a albergar un Instituto de Enseñanza Secundaria, al que se unirán posteriormente la UNED, la Escuela de Idiomas y la sede de la Fundación Santa María la Real.

Se había cumplido el presagio que Miguel de Unamuno escribió tras su paso por el monasterio: “Hasta una ruina puede ser una esperanza”.

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